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profesional, adecuación normativa, coordinación institucional y, especialmente, recursos sociales
que conllevan la sensibilización, y aún más la implicación de los pueblos, redescubriéndose y
redefiniéndose como elemento estratégico para el desarrollo sostenible (Velasco, 2012, p. 10).
Este patrimonio dinámico en constante disputa necesita ser gestionado de forma integral,
cubriendo todos los posibles frentes en que se viera afectado. Es por ello que diversos autores
categóricamente expresan que “no puede haber gestión del Patrimonio Arqueológico sin reconocer
el carácter indefectiblemente tridimensional de ese Patrimonio que, en tanto objeto real, es al
mismo tiempo documento de las sociedades históricas y recurso para las sociedades actuales”
(Amado et al., 2002, p. 19). Esto quiere decir que es necesario considerar todas las dimensiones
constitutivas del Patrimonio Arqueológico, desde los elementos formales que lo componen, la
evidencia interpretativa que es relato de las sociedades del pasado, y las valoraciones y uso social
actual.
La gestión del Patrimonio Arqueológico, de acuerdo a Conforti y Mariano (2013), consiste
en:
la labor de identificación, preservación y difusión de restos materiales o sitios
arqueológicos de valor patrimonial del pasado, de cualquier época, región o país. Implica,
además, la protección y administración del mismo en su medioambiente original y su
relación con la historia y la sociedad contemporánea. Estas actividades pueden ser vistas
como un proceso que incluye la supervivencia, el inventario, la excavación, la investigación,
la protección, la preservación y la educación, entre otras (Conforti y Mariano, 2013, p. 352).
Todos estos procesos son acciones de gestión que nos guiaran a que un elemento del registro
arqueológico pueda ser considerado valorado como patrimonial y darle uso como sociedad.
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