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menudo no están conscientes de su existencia ni de su disponibilidad. Autores individuales,
organizaciones locales y la disciplina en general sirven como repositorios regionales para
los reportes, pero no hay consistencia en la forma en que estos datos e informes son
archivados. Esto tiene como consecuencia que los informes de AA de hecho no estén
disponibles y a menudo no se consideran literatura académica. Sin embargo, es necesario
que este creciente cuerpo de datos sea más accesible y más usado por los arqueólogos, tanto
en la AA como en la academia (Dillehay, 2004) .
Lo que se observa es una forma problemática y no libre de constantes cuestionamientos,
de cómo se están gestionando los sitios arqueológicos y el conocimiento generado de estas
intervenciones, que queda almacenada sin tener llegada fácil a otros los profesionales, ni a la
sociedad. Esto produce que no haya un espacio de dialogo en que las comunidades construyan,
formen parte y se informen abiertamente sobre el patrimonio arqueológico de sus territorios.
Además, se está llevando a cabo la explotación del recurso arqueológico, sin tener conciencia
crítica sobre ello, realizando “la repetitiva dinámica de excavación de un sitio, liberación del
terreno y ejecución de obra” (Querol, 2020, p.235), desposeyendo a los territorios de un elemento
único e irrepetible, que forma parte de la cultura, identidad e historia de un territorio y su gente,
sin generar un impacto social positivo para la sociedad.
Al igual que en otros países de Latinoamérica, en Chile existe una contradicción entre una
alta valoración científica del registro arqueológico y una actitud relativamente pasiva ante la falta
de políticas públicas y de estrategias que apunten a su difusión, patrimonialización y salvaguarda.
Por ello se infiere que uno de los problemas iniciales es la falta de sistematización de la vasta
información que se ha generado a lo largo de todos estos años desde el ámbito de la investigación
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