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arqueológica (Mariano & Conforti, 2013, p. 288). En algunos casos, la información disponible no

cuenta con datos básicos, como lo es su ubicación, entre otros:

“los datos arqueológicos [existentes] no se registran posicionados, lo que redunda en que los

antecedentes no presentan una dimensión física a nivel virtual y no tengan representatividad

efectiva en los Instrumentos de Planificación Territorial, quedando excluidos, por tanto, de

las etapas de planificación y gestión del territorio en el contexto urbano de cada comuna”

(Munita et al. 2013, p. 297).

Los datos y la información generada no sólo son inadecuadas para caracterizar

adecuadamente el patrimonio arqueológico del territorio nacional, su estado de preservación e

impacto, sino también para evaluar los riesgos de impactos futuros, y poder llevar una supervisión

de estos en el tiempo. Ello es así dado que la evaluación, la prevención y el manejo del riesgo de

desastres requiere como mínimo de:

un sistema de indicadores, organizado en una base de datos integrada y con una

zonificación coordinada con los instrumentos de planificación territorial que dan la

posibilidad de direccionar estudios e investigaciones específicos; realizar diagnósticos, al

superponer zonificaciones de amenazas con inmuebles vulnerables, y priorizar el monitoreo

y los proyectos de conservación preventiva (Díaz Fuentes, 2010, p. 51).

Además, dadas las características predictivas de este tipo de estudios, exigen datos

ambientales y humanos diversos, en muchos casos series históricas de datos que suelen no estar

disponibles (UNESCO 2014), dificultando o impidiendo realizar este tipo de investigaciones.

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