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realiza una evaluación del diseño y desempeño de éstos. Cada programa es
evaluado en base a cuatro ejes:
Objetivo: Es el efecto o cambio que se quiere lograr en la población a la que
va dirigido el programa. Se verifica que sea concreto, responda a una
necesidad específica de la población y sea coherente con la metodología de
intervención.
Focalización: Son los procesos mediante los cuales se define a las personas
elegibles y las que serán atendidas por el programa. Se evalúa que los criterios
de selección y las herramientas de priorización sean claras, no presenten
subjetividades y se alineen con el objetivo planteado. También se evalúa el
alcance, esto es, a qué porcentaje de la población objetivo se ha logrado
beneficiar.
Medición y logros: Son las herramientas con las que cuenta un programa para
medir el logro de resultados y procesos relacionados con el objetivo planteado.
Se evalúa la evolución que han tenido sus indicadores y su coherencia con el
objetivo del programa.
Administración de Recursos: Se evalúa el porcentaje de gasto social del
programa, es decir, los recursos que en términos de productos específicos,
esto es bienes y servicios, son percibidos directamente por los beneficiarios.
Para evaluar este eje se agruparon los programas en cuatro grupos de
acuerdo con el rol que juega la institución monitoreada en su ejecución. Luego
se establece una escala de evaluación común para cada grupo, definiendo un
umbral aceptable de gasto social, sobre el cual se asigna el criterio de
“destacado”, y un umbral insuficiente de gasto social, bajo el cual se asigna el
criterio de “crítico”. Los grupos son:
Iniciativas cuyo financiamiento está destinado principalmente a la entrega de
transferencias monetarias directas al beneficiario o a un ejecutor, y que
involucran una menor carga administrativa para el seguimiento del programa.
Iniciativas que transfieren recursos a terceros, pero que destinan una parte de
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