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de recursos, carencia de seguridad básica, falta de titularidades, privación

múltiple, exclusión, desigualdad, clase, dependencia y padecimiento

inaceptable. Todas estas interpretaciones serían mutuamente excluyentes,

aunque varias de ellas pueden ser aplicadas a la vez, y algunas pueden no

ser aplicables en toda situación. Si bien la medición de la pobreza puede estar

basada en cualquiera de estas definiciones, la mayoría de los estudios

económicos sobre pobreza han centrado su atención casi exclusivamente en

las concernientes a “necesidad”, “estándar de vida” e “insuficiencia de

recursos”. Para estas opciones, los indicadores de bienestar más aceptados

han sido la satisfacción de ciertas necesidades, el consumo de bienes o el

ingreso disponible. La elección de esas variables obedece a su pertinencia

teórica respecto al concepto de bienestar utilizado, considerando además la

limitada información disponible en las encuestas más comunes.

Ya en la década de los 70’ se denominaban pobres a las personas que,

excepto sus clases dominantes, “habitan en el Tercer Mundo, subdesarrollado

y oprimido”; en él se aprecia la expresión más exacta de la pobreza actual, en

la cual abundan el hambre endémica, miseria, hábitat insalubre,

enfermedades crónicas, etc. En el occidente desarrollado, la pobreza no se

ceba tanto en los trabajadores como en los no productivos o no rentables. Es

así como Maestre en su libro sobre la pobreza en las grandes ciudades, acusa

el sistema capitalista, el cual ha hecho de la obtención del beneficio máximo

el motor de la economía, pues es lógico que siempre tendrá que prescindir de

aquellos ciudadanos que no sean plenamente funcionales. Por ello, la gama

de pobres se ha ampliado, abarcando desde la población marginal “la mayoría

de los jubilados, discapacitados, minorías étnicas; gitanos, hippies, inmigrados

ilegales”, hasta los trabajadores de economía sumergida o “trabajo negro”, los

parados, desempleados y los transeúntes o los “sin techo”; las prostitutas,

delincuentes y drogodependientes, etc. (Maestre, 1974).

En el año 1999 Spicker realiza un estudio en que realiza la interpretación de

“necesidad”, refiriéndose a la carencia de bi enes y servicios materiales

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