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● Regular: Se comienzan a apreciar algunos síntomas de deterioro de carácter leve, los cuales
son inferiores al 50% del total.
● Grave: Se observa una alteración entre el 50% y el 75% del total.
● Muy grave: Se observa una alteración sobre el 75% del total.
● Destruido: La entidad no presenta elementos distinguibles, ha sido completamente afectada
por alteraciones externas.
● Indeterminado: No se puede determinar la condición del sitio.
El paisaje representado en espacios físicos y socio culturales que nos propusimos estudiar,
es complejamente diverso en características y elementos propios de este territorio. Desde las bases
establecidas, es necesario un marco de comprensión y herramientas que nos permitan análisis
situados, que incluyan el uso de las tecnologías para lograr los objetivos propuestos. Desde la
Arqueología, las posibilidades de enfrentar este desafío son abarcables desde el marco teórico y
metodológico de la Arqueología del Paisaje, que según considera Criado Boado (1999) es una
estrategia de trabajo que puede ser utilizada como una herramienta de gestión y estudio del registro
arqueológico.
En la Arqueología, “la presencia del paisaje en investigaciones aparece de forma relevante
a finales del siglo XIX, aunque generalmente permanece anclada en aspectos topográficos o
ambientales” (García , 2012, p. 116). Desde la segunda mitad del siglo XX, con el impulso de la
Nueva Geografía y Nueva Arqueología, de la mano de las nuevas tecnologías, comienza a tomar
fuerza los estudios con más interés en los temas geográficos, análisis del espacio y paisaje y
relación con la evidencia arqueológica, a esta rama de la ciencia se le ha llamado Arqueología del
Paisaje (Villafañez, 2011). Asimismo, el nacimiento de los Sistemas de Información Geográfica
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