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suficientemente alejados como para que no se pueda instaurar una relación de identidad o genética
entre ellos” (Criado -Boado, 1999, p. 13).
Pongamos como ejemplo concreto el estudio que se está aquí presentado: se ha
documentado una concentración de evidencia arqueológica entorno a la cuenca del Cautín,
asimismo se presentan en este espacio la mayor parte de desarrollo urbano en la región. Sin
embargo, la analogía débil nos permite dar cuenta de que no existe relación alguna (de identidad
o continuidad) entre estos fenómenos, pero nos ayuda a comprender las circunstancias de estas
determinadas lógicas de emplazamiento, en este caso, entorno a las riberas del río Cautín.
En este caso los espacios arqueológicos a estudiar pertenecen a contextos diferentes. Por
lo que esta investigación se constituye como un estudio de recreación del paisaje desde un punto
de vista diacrónico, “conociendo el espacio y el territorio hasta comprender la evolución antrópica
de la zona que pretendemos investigar y proteger” (Verdugo, 2017, p. 39).
Por ende, correspondería aplicar al menos 3 de las 4 fases del modelo (la cuarta fase es
para estudios de un mismo horizonte cultural).
Para realizarlo se desprenden diferentes fases de análisis que, si bien se producen en
conjunto dentro del proceso de estudio, se pueden entender también como etapas sucesivas. En
síntesis:
la primera fase se correspondía con el análisis formal , la segunda fase que hemos
descrito se corresponde con la etapa deconstructiva en la que se despieza el registro
empírico considerado para acceder a sus regularidades espaciales; la tercera, por su parte, se
corresponde con la
etapa descriptiva en la que se reconstruye el sentido de esas
regularidades y se expresa mediante una descripción interna o auto-contenida de las mismas;
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